Trekking entre arrozales en Sapa
La pequeña ciudad de Sapa conserva aún parte del encanto colonial que los franceses le dieron. El clima, mucho más amable con el viajero que llegará agobiado del calor pegajoso de Hanoi, la tranquilidad de sus calles (si se tiene paciencia y se sabe esquivar a las igualmente pegajosas vendedoras locales) y la paz de un paisaje montañoso y verde conforman un entorno muy bonito. Al llegar a Sapa, el viajero encontrará un pequeño lago rodeado de un tranquilo paseo donde los vietnamitas descansan o practican deporte. El lago está rodeado de lo que en su día fueron los palacetes construidos por los franceses. Hoy son hoteles en el mejor de los casos, o bares de karaoke con espantosos neones en los peores, con algunos restaurantes.
Ver Sapa no te llevará más de 15 minutos si no quieres entretenerte mucho más. Visto el lago, vistos los palacetes y la única calle principal que cruza la villa, los únicos puntos de interés que te quedarán serán el mercado local (muy pequeño) o las tiendas donde puedes encontrar productos con las etiquetas de The North Face o Columbia a precios que primero te sorprenderán, luego te harán reir y más tarde te harán preguntarte de dónde sacan estas copias… Algunos aseguran que de las fábricas que estas marcas tienen en Vietnam, pero la opinión mayoritaria está en que son productos pirata traídos de China.
Lo más interesante de Sapa es pasear por sus alrededores. Tienes rutas muy cortas, rutas de un día o de más. Caminos que transcurren entre arrozales y cascadas y que cruzan las aldeas de algunas de las etnias de esta zona. Verás búfalos de agua, verás patos, cerdos, muchos perros, verás niños jugando y motos en los tramos asfaltados.
Como en otros tantos lugares, la simbiosis entre el turista y las etnias es complicada. Bueno, depende de los escrúpulos que tengas. A mi me cuesta horrores hacer fotos, por que o bien se las haces a quienes te van persiguiendo para venderte baratijas (con lo que al final estás reforzando ese comportamiento) o bien pides permiso a quienes te ven pasar y pasan de ti, lo que también me da cierto apuro. Como me aconsejó mi buena amiga María Rosa, excelente fotógrafa, al final se trata de entablar conversación con quién se muestre predispuesto a ello, para satisfacer su curiosidad por el viajero, interesarte por su cultura, y que el momento foto llegue con naturalidad. Para ello, uno de lo puntos intersantes a tener en cuenta es ir a estos trekkings con guías locales hmong. Nosotros teníamos a nuestro guía de Hanoi, de la etnia Viet, un chico muy amable, muy profesional para las explicaciones de historia y budismo, pero poco sensible a las diferencias de estas étnias.
Hicimos dos rutas. Una es apenas un paseo, que saliendo del centro de Sapa desciende hasta la aldea Cat Cat de los h’mong negros. La aldea se llama así por el vocablo francés Cascade, ya que hay un par de saltos de agua que forman un bonito entramado. Para acceder a las aldeas hay que abonar una pequeña entrada (lo que me parece muy bien) de 40.000 dongs (equivalente a casi dos dólares, poco más de un euro). En dos horas puedes ir y volver, ponle tres si vas paseando y tomando fotos…
La segunda ruta te puede llevar un día si sales desde Sapa y vuelves andando. Nosotros la hicimos en poco más de cuatro horas, por que hicimos parte del recorrido menos interesante en furgoneta y por que paramos a comer un buen rato. Esta segunda ruta pasa por las aldeas de Ta Van (de la étnia Dzao) y de Giàng Ta Chai (h’mong negro). El sendero es primero una fácil pista de hormigón que discurre entre arrozales, pero al salir de la aldea de Ta Van se convierte en un camino de bueyes entre bambúes y arrozales. Cuidado, por que si ha llovido el camino arcilloso se convierte en un lodazal resbaladizo. Nosotros tuvimos suerte y los cortos tramos embarrados fueron una parte del divertimento. El camino avanza hasta una caida de agua que serpentea entre rocas con suavidad (no es tanto un salto de agua como una fuerte pendiente) desde la que hay un precioso paisaje de arrozales.
Nuestra excursión incluía un almuerzo en una casa de la etnia dzao, que la verdad, nos resultó sabrosísimo: tofu con cerdo, brotes de soja con cerdo, patatas y verdudas hervidas y pollo con gengibre, todo a cargo de una simpática dama dzao que nos acogió en su casa. Hay excursiones de más de un día en las que pasas la noche en una de estas casas. Por fuera parecen chamizos de madera bastante grandes, pero por dentro son amplias y cómodas…