Buceando en el cenote Dos Ojos de la Riviera Maya
Una de las experiencias que andaba buscando en mi viaje a la Riviera Maya era la oportunidad de bucear en un cenote. Los cenotes son básicamente cuevas inundadas de agua dulce, que tienen algún punto de acceso al exterior. En una zona como esta, cumplieron durante siglos con la importante función de abastecer de agua a los mayas. Hoy además, suponen uno de los atractivos turísticos más interesantes de la zona. Los buceadores seguro que querrán al menos por una vez enfundarse en su neopreno y adentrarse en estas maravillas naturales. Quienes no buceáis no sufráis: en muchos cenotes la entrada forma una piscina en la que uno puede pasar un buen rato haciendo snorkel (pero, amigos, no es lo mismo…).
Pregunté en el centro de submarinismo que me quedaba más cerca, en el mismo hotel. Los chicos de Pro Dive México tenían prevista una salida al cenote Dos Ojos, y me apunté sin dudarlo. Entraríamos en la cueva un grupo reducido: un dive master que nos guiaría y cuatro buceadores. Aquí no se bucea por parejas, sino en fila india, con los buceadores menos expertos delante, pegaditos al dive master. El buceo aquí no es complicado: poca profundidad, sin pasos angostos. Pero tampoco es trivial: se necesita un buen control de la flotabilidad para no acabar tocando el suelo arenoso con la aleta o para no empotrarse con las estalactitas y estalagmitas. Vamos, si eres novato no lo vas a disfrutar… (en todo caso, si eres novato NO deberías bucear en cuevas)
El cenote ya impresiona al llegar: hay dos zonas abiertas (de ahí el nombre, Dos Ojos) que forman grandes piscinas en las que grupos de visitantes pueden disfrutar de la claridad del agua y del brillante azul que forma.
Sumergirse y adentrarse en el cenote es casi como visitar un antiguo santuario: las zonas oscuras se ven de pronto atravesadas por rayos de luz de un azul profundo, como rayos de sol atravesando una iglesia gótica cuyas columnas hubieran quedado truncadas en aristas por manotazos de gigantes. Uno avanza despacio, sigiloso, señalando con el foco aquí y allá, para de pronto cruzar otra zona azul, de agua cálida y límpida. Mirar hacia arriba supone ver a unos metros de distancia a algún bañista. A veces, los pasillos que entran y salen discurren paralelos y puedes ver a otros buceadores que ya vuelven.
Como podéis ver en este mapa, hay dos rutas que recorren el cenote Dos Ojos. Las recorrimos en sendas excursiones. En una de ellas, tras un paso un poco estrecho, el buceador emerge en el interior de una cueva que da al exterior por un pequeño boquete a modo de ventana: por allí entran y salen los murciélagos que penden del techo de la cueva y que pueden verse desde el agua.

El lugar es realmente mágico, y me prometí a mi mismo que aprovecharía los vuelos baratos que nos pueden llevar a México para volver a la Riviera Maya ni que sea por bucear en otros cenotes. No llevaba cámara subacuática conmigo, así que para que podáis ver un poco del interior, reproduciré aquí fotos ajenas convenientemente acreditadas. Creedme si os digo que, por muy bonitas que os parezcan, las vistas y la sensación de atravesar estas aguas es aún más deliciosa…